Escrita por Matt Redman
En el liderazgo de adoración, no se trata tanto de qué sabemos,
sino de a quién conocemos. Hace poco algo me hizo recordar
esto. Después de un par de meses muy ocupados, me encontré
una vez más victima del síndrome Marta: demasiado ocupado con
los preparativos y sirviendo, con lo cual abandonaba lo importante:
sentarme a los pies de Jesús y escuchar con devoción como lo hacía
María (Lucas 10:38-42).
No me malentienda. Todavía sé elevar los brazos y puedo
recordar las palabras y las melodías. Pero estas expresiones de
adoración casi podían convertirse en hábitos vacíos. Así que no es
tanto qué sabemos, la experiencia o los conocimientos que
hayamos adquirido no significan nada en ese momento, sino a
sino de a quién conocemos. Hace poco algo me hizo recordar
esto. Después de un par de meses muy ocupados, me encontré
una vez más victima del síndrome Marta: demasiado ocupado con
los preparativos y sirviendo, con lo cual abandonaba lo importante:
sentarme a los pies de Jesús y escuchar con devoción como lo hacía
María (Lucas 10:38-42).
No me malentienda. Todavía sé elevar los brazos y puedo
recordar las palabras y las melodías. Pero estas expresiones de
adoración casi podían convertirse en hábitos vacíos. Así que no es
tanto qué sabemos, la experiencia o los conocimientos que
hayamos adquirido no significan nada en ese momento, sino a
quién conocemos. Quiero que cada palabra y cada nota sean una
expresión de nuestra relación con Dios.
La adoración en su forma más genuina tiene que ver con la
relación. En el Catecismo de Westminster, el fin principal de la
existencia del ser humano se define como: “Glorificar a Dios y
disfrutar de Él para siempre”.
Primero, glorificar. En otras palabras, responder a este
maravilloso Dios con nuestras vidas, hechos, pensamientos,
palabras y canciones. Y, al mismo tiempo, disfrutar de Él. Como
nos lo recuerda John Piper, Dios se glorifica en nosotros cuando
más satisfechos estamos en Él.
El Señor nos llama a una relación íntima con Él. Sería un honor
mirar tan solo al Rey de reyes desde lejos. Sin embargo, Él nos
llama a algo más profundo: una amistad con Él. Este es el Rey de
Apocalipsis capítulo 1, que majestuosamente sostiene las siete
estrellas en su mano derecha. Sin embargo, es el mismo Rey que en
el siguiente versículo se acerca a Juan, el escritor, y lo toca con la
misma mano derecha, lo consuela y le dice: “No tengas miedo”.
Cuando más honramos a Jesús como Rey, tanto mejor vemos la
maravilla de la mano de amistad que Él nos extiende.
De vez en cuando estamos en un lugar desde donde no vemos
claramente. Quizá haya habido demasiada salida, y poca entrada.
Quizá hemos estado tan ocupados que no nos hayamos alimentado
bien, en términos espirituales. He conocido a muchos músicos que
han estado en ese lugar, y me incluyo. Dios nos llama a regresar al
lugar de la amistad.
En Juan 15:15 Jesús les dice a sus discípulos: “Ya no los llamo
siervos (...) los llamo amigos”. Ahora, claro que todos somos
llamados a servir a Dios, pero Él nos llama a ir más allá, al lugar de
la amistad; un lugar donde un sirviente no puede llegar. Asegúrese,
como líder, que no se conforma con el lugar de siervo, cuando Dios
le extiende su mano todopoderosa en amistad.
Es tiempo de renovar la amistad íntima con Dios. Hágalo, y lo
antes posible. Porque en el liderazgo de adoración, no importa
tanto lo que sepamos, sino a quién conozcamos.
expresión de nuestra relación con Dios.
La adoración en su forma más genuina tiene que ver con la
relación. En el Catecismo de Westminster, el fin principal de la
existencia del ser humano se define como: “Glorificar a Dios y
disfrutar de Él para siempre”.
Primero, glorificar. En otras palabras, responder a este
maravilloso Dios con nuestras vidas, hechos, pensamientos,
palabras y canciones. Y, al mismo tiempo, disfrutar de Él. Como
nos lo recuerda John Piper, Dios se glorifica en nosotros cuando
más satisfechos estamos en Él.
El Señor nos llama a una relación íntima con Él. Sería un honor
mirar tan solo al Rey de reyes desde lejos. Sin embargo, Él nos
llama a algo más profundo: una amistad con Él. Este es el Rey de
Apocalipsis capítulo 1, que majestuosamente sostiene las siete
estrellas en su mano derecha. Sin embargo, es el mismo Rey que en
el siguiente versículo se acerca a Juan, el escritor, y lo toca con la
misma mano derecha, lo consuela y le dice: “No tengas miedo”.
Cuando más honramos a Jesús como Rey, tanto mejor vemos la
maravilla de la mano de amistad que Él nos extiende.
De vez en cuando estamos en un lugar desde donde no vemos
claramente. Quizá haya habido demasiada salida, y poca entrada.
Quizá hemos estado tan ocupados que no nos hayamos alimentado
bien, en términos espirituales. He conocido a muchos músicos que
han estado en ese lugar, y me incluyo. Dios nos llama a regresar al
lugar de la amistad.
En Juan 15:15 Jesús les dice a sus discípulos: “Ya no los llamo
siervos (...) los llamo amigos”. Ahora, claro que todos somos
llamados a servir a Dios, pero Él nos llama a ir más allá, al lugar de
la amistad; un lugar donde un sirviente no puede llegar. Asegúrese,
como líder, que no se conforma con el lugar de siervo, cuando Dios
le extiende su mano todopoderosa en amistad.
Es tiempo de renovar la amistad íntima con Dios. Hágalo, y lo
antes posible. Porque en el liderazgo de adoración, no importa
tanto lo que sepamos, sino a quién conozcamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario