SALMOS,
HIMNOS Y CANTICOS ESPIRITUALES
¿A qué se refieren Ef. 5:18-19
y Col. 3:16?
Conocí al pastor Sugel Michelén, autor de estos artículos, en
Noviembre de 2009, en la ciudad de Antigua, Guatemala. Él fue conferencista de
la Academia de Liderazgo Educativo que ACSI celebró ese año y de la cual asistí
como participante. Durante los días que se celebró el evento tuvimos
oportunidad de conversar sobre música y composición, y allí me compartió parte
de la información que usted encontrará en estas entradas. A mi modo de ver una
de las mejores enseñanzas que he encontrado relacionadas a qué significan
exactamente las palabras: Salmos, himnos y cánticos
espirituales, que el
apóstol Pablo menciona en sus cartas a Éfeso y Colosas. Si las estudia le
aseguro que su Aventura de Componer se verá enriquecida.
¿A qué se refiere Pablo en
Efesios 5:18-19 y Colosenses 3:16 al hablar de “Salmos, himnos y cánticos
espirituales”?
Varias respuestas se han dado a esta pregunta al tratar de
identificar el significado distintivo de cada uno de esos términos; pero
lamentablemente algunos han exportado hacia la Biblia definiciones modernas que
oscurecen su significado en vez de aclararlos.
Una de las reglas que debemos aplicar en nuestro estudio de la Biblia, es que la Biblia se interpreta a sí misma. Veamos, entonces, cuál es el uso que la Biblia da a estos términos.
Una de las reglas que debemos aplicar en nuestro estudio de la Biblia, es que la Biblia se interpreta a sí misma. Veamos, entonces, cuál es el uso que la Biblia da a estos términos.
La palabra “salmos” significa simplemente “canción de alabanza”
y aparece 87 veces en la Septuaginta, la versión griega del AT que tanto Cristo
como los apóstoles usaron. De esas 87 veces, 78 se encuentran en el libro de
los Salmos; y de esas 78, 67 veces aparecen en los títulos de los Salmos.
En el NT, esta palabra aparece 7 veces, 3 de ellas citando
directamente el libro de los Salmos. Así que, de las 87 veces que esta palabra
aparece en la Septuaginta, y de las 7 que aparece en el NT, por lo menos unas
70 veces se usa en referencia directa a los salmos inspirados del salterio.
En los otros pasajes en que esta palabra es usada, la mayoría de
las veces aparece en textos donde se nos exhorta cantar salmos o donde alguien
expresa su determinación de cantarlos. Así que no cabe ninguna duda de que esta
palabra se refiere primariamente, aunque no únicamente, a los salmos inspirados
que encontramos en las Sagradas Escrituras.
La palabra “himnos” ocurre 17 veces en la Septuaginta, 13 de
ellas en el libro de los Salmos; y de esas 13 apariciones, 6 son incluidas como
parte del título de algunos salmos. En el NT la palabra aparece sólo dos veces,
en Ef. 5:19 y Col. 3:16.
Es interesante notar que esta palabra se usa en varias ocasiones en la Septuaginta para traducir la palabra hebrea tehillah que es la que usaban los hebreos para designar el libro de los Salmos.
Es interesante notar que esta palabra se usa en varias ocasiones en la Septuaginta para traducir la palabra hebrea tehillah que es la que usaban los hebreos para designar el libro de los Salmos.
La tercera palabra que Pablo usa en Ef. 5 y Col. 3 es
“cánticos”, la cual es usada 80 veces en la Septuaginta, 45 de ellas en los
salmos; y de esas 45, 36 veces en los títulos de algunos salmos. Mientras que
en el NT, esta palabra aparece en los dos pasajes de Efesios y Colosenses, así
como 4 veces más en el libro de Apocalipsis.
De manera que los tres términos que Pablo usa en Ef. 5:19 y Col.
3:16 – “salmos, himnos y cánticos espirituales” – se usan en la Septuaginta
para designar las composiciones inspiradas del salterio. Algunas de esas
composiciones son señaladas como “salmos”, otras como “himnos” y otras como
“cánticos”.
Y aún tenemos el caso de que algunos de los salmos parecen
encajar en más de una categoría a la vez, ya que algunos son designados en sus
títulos como salmos y como cánticos al mismo tiempo. Es por eso que no me
siento preparado para definir con precisión el significado de estas tres
palabras y cómo se distinguen entre sí.
De lo que no tenemos ninguna duda es que estos términos que
aparecen en Ef. 5 y Col. 3 son usados en las Escrituras para designar las composiciones
poéticas que encontramos en el libro de los salmos.
Es por eso que algunos creyentes se limitan exclusivamente a
cantar salmos en sus cultos de adoración. Ellos entienden que la iglesia no
tiene ninguna garantía bíblica para cantar otra cosa en sus cultos, excepto los
salmos inspirados por el Espíritu de Dios.
Sin embargo, aunque es indudable que siempre será mucho más
edificante cantar solamente salmos, que entonar muchas de las canciones que hoy
se canta en algunas iglesias, nuestra convicción es que la iglesia de Cristo no
tiene que limitarse a cantar únicamente los salmos del salterio, y eso por
varias razones.
Más allá de los Salmos.
Cuando descubrimos que los Salmos, himnos y cánticos
espirituales de los que Pablo habló en Efesios y Colosenses se refieren a los
distintos tipos de canciones que están dentro del libro de los Salmos,
entendemos que Dios nos llama a ser más bíblicos en nuestra forma de componer.
Algunos creyentes, basado en lo anterior, justifican el uso exclusivo de los
Salmos dentro de la adoración congregacional. Sin embargo, como el pastor
Michelén aclara a continuación, el hecho de que estas categorías se encuentren
dentro del libro de los Salmos no significa que no podamos escribir o entonar
canciones que estén fuera de los Salmos.
… Aunque es indudable que siempre será mucho más edificante
cantar solamente salmos, que entonar muchas de las canciones que hoy se canta
en algunas iglesias, nuestra convicción es que la iglesia de Cristo no tiene
que limitarse a cantar únicamente los salmos del salterio, y eso por varias
razones.
Por un lado, la Biblia misma no parece limitar las alabanzas de
ese modo. En el AT encontramos algunas canciones de alabanza que son anteriores
a los salmos y que no fueron incorporadas luego en el libro de los salmos (como
Ex. 15; Deut. 32; Jue. 5).
Y cuando llegamos al NT, encontramos algunos textos poéticos que
muchos estudiosos de las Escrituras entienden que son fragmentos de himnos
nuevo testamentarios, como es el caso de Jn. 1:1-5; Fil. 2:5-11; Col. 1:15-20,
etc.
Pero aún si alguien argumentara que no podemos decir con
seguridad que esos pasajes sean fragmentos de himnos que se cantaban en la
iglesia primitiva, en el libro de Apocalipsis encontramos al pueblo de Dios ya
glorificado en los cielos, cantando himnos de alabanza que no se encuentran en
los salmos, como vemos en Ap. 5:9ss, o en Ap. 15:3-4.
Por otra parte, a través de la historia de la redención, vemos
que la alabanza a Dios no ha sido estática, sino que ha progresado juntamente
con el progreso de la revelación. Cuando Dios libró al pueblo de Israel del
ejército de Faraón a través del paso del mar rojo, ellos lo celebraron cantando
un cántico alusivo a ese hecho (Ex. 15).
Lo mismo vemos en Nm. 21:17, cuando Dios les dio agua en el
desierto; o en Jue. 5, cuando fueron librados de Jabín, rey de Canaán, en
tiempos de Débora y Barac; o en el Magnificat de María, en Lc. 1:46. En cada
nueva etapa, surge un nuevo canto.
¿No deberíamos nosotros reconocer en nuestras alabanzas el
progreso de la revelación divina y la etapa de la historia de la redención en
que nos encontramos? ¿No deberían aludir nuestros cantos a esa gran obra de
salvación que Dios llevó a cabo a través de la encarnación, muerte y
resurrección de nuestro Señor Jesucristo?
Algunos dirán que los salmos testifican del Mesías, y es verdad;
eso lo vemos claramente en el NT. Sin embargo, esos salmos se encuentran
todavía en ese período de sombra que anticipaba lo que habría de venir, pero
que todavía no había llegado. De hecho, si nos limitáramos a cantar los salmos
del salterio nunca mencionaríamos el nombre de Jesús en nuestras alabanzas.
Como bien ha dicho alguien: “La consumación de la redención en
Cristo requiere todo un nuevo lenguaje de alabanza: acerca de Jesús el
Dios-Hombre, Su expiación definitiva, Su resurrección por nuestra
justificación, y nuestra unión con El por la fe como el nuevo pueblo de Dios”
(Frame; Worship in Spirit and in Truth; pg. 126).
Nosotros somos creyentes del nuevo pacto; tenemos en nuestras
manos una revelación completa y somos los beneficiarios de una obra de
redención que ya fue consumada una vez y para siempre en la cruz del calvario.
Si a través de nuestros cantos hemos de instruirnos unos a otros
en toda sabiduría, de modo que la palabra de Cristo more en abundancia en
nosotros, de ninguna manera deberíamos obviar en nuestros himnos de alabanza
esa realidad de la que ahora somos partícipes.
Es interesante notar que los que abogan por el uso exclusivo del
salterio en sus cultos, se ven obligados a adaptar las letras de los salmos,
tanto en su rima como en su métrica, de modo que podamos cantarlos en nuestro
propio idioma.
Y no es que tengamos algún problema con este tipo de adaptación.
Todo lo contrario. Damos muchas gracias al Señor por el trabajo de tantos hombres
y mujeres capaces que han hecho posible que hoy podamos cantar algunos de los
salmos en nuestro idioma, con una rima y una métrica apropiada.
Pero no podemos perder de perspectiva que lo que estamos
cantando ya no son los Salmos tal como fueron inspirados, sino una traducción y
adaptación del contenido de los salmos. Ahora, yo me pregunto, ¿cuál es el
problema, entonces, si adaptamos el contenido de otros pasajes de las
Escrituras?
Por otra parte, ya hemos visto que el canto en la iglesia es un
medio de instrucción, como lo es la predicación. A través de la predicación
nosotros usamos nuestras propias palabras para proclamar y enseñar las
doctrinas de la Biblia. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo con nuestros cantos?
Lo que hace un buen compositor de himnos no es más que plasmar
poéticamente, y en sus propias palabras, el mensaje de las Escrituras. ¿Por qué
eso es lícito para el predicador y no para el compositor?
El punto, entonces, no es que cantemos exclusivamente la letra
de los salmos; pero, a la luz de las palabras que Pablo usa en Ef. 5:19 y en
Col. 3:16, es indudable que hay una estrecha relación entre los himnos que
debemos cantar en la iglesia y los salmos que el Espíritu Santo inspiró.
Debemos cantar los salmos, eso es un mandato bíblico; pero
debemos procurar también que nuestros himnos reflejen, en la mayor medida
posible, ese modelo bíblico. El mismo Espíritu que nos mueve a cantar, es el
mismo que inspiró los Salmos de la Biblia.
En la medida en que sigamos ese modelo divino, en esa misma medida
estaremos caminando sobre un terreno seguro si queremos realmente glorificar a
Dios y edificarnos unos a otros.
Como dice Peter Master, el actual pastor del Tabernáculo
Metropolitano, la iglesia que Spurgeon pastoreó por unos 37 años, el primer
estándar de un himno que sea digno de ese nombre es “que refleje el ejemplo y
la metodología de los salmos”.
Y Terry Jonson comenta al respecto: “¿Qué es lo que hace que una
canción de adoración cristiana luzca como tal? Respuesta: Que se parezca a un
salmo”. Y más adelante añade: “Los salmos proveen el modelo para la himnodia
cristiana” (Give Praise to God; pg. 68).
Ahora bien, si los salmos deben ser nuestro modelo, ¿cómo
deberían ser nuestros himnos? Espero contestar esta pregunta en los siguientes
artículos, si el Señor así lo permite (1).
¿Himnos o coritos? He ahí el
dilema.
Continuando con esta breve serie prestada del blog: Todo pensamiento cautivo, del pastor dominicano Sugel Michelén,
ahora llegamos a una parte muy pero muy interesante. Él, como pastor de una
iglesia reformada, nos exhorta a tomar ejemplo de los Salmos y de los grandes
himnos del pasado para que nuestras canciones sean tanto bellas
poéticamente como profundas bíblica y teologógicamente hablando.
Además, nos brinda una crítica relacionada al “repetitivismo coral”
de nuestras canciones contemporáneas y nos anima a ser más creativos
melódicamente hablando.
¿Himnos o coritos? He ahí el
dilema
En la entrada anterior vimos que los Salmos inspirados deben ser
el modelo que sirva de patrón a los himnos que cantamos en la iglesia. A la luz
de esa realidad, ¿cómo deberían ser los himnos que entonamos en nuestros
cultos? Eso es lo que pretendo responder en las próximas entradas. Y la primera
característica que debemos señalar es que nuestros himnos deben ser ricos en
contenido bíblico.
Pablo dice en Col. 3:16 que la Palabra de Cristo debe morar
abundantemente en nosotros, enseñándonos y exhortándonos unos a otros “en toda
sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor, con salmos, himnos
y cánticos espirituales”.
La palabra que RV traduce como “abundancia”, significa
“ricamente”. Dios quiere que Sus hijos atesoren un abundante arsenal de Su
Palabra.
Como dice un comentarista, no se trata únicamente de que los
santos se rindan a la Palabra, “sino que deben tener un buen conocimiento de
ella. El Espíritu Santo usa la Palabra de Dios que conocemos para hablarnos y
guiar nuestras vidas. El solo puede hablarnos eficientemente en la medida en
que conocemos Su Palabra. Ese es el lenguaje que El usa” (West).
Y uno de los medios que Dios quiere que usemos para cumplir ese
cometido, dice Pablo en el de Colosenses, son nuestros cantos congregacionales.
Es interesante notar que Pablo usa estas mismas palabras para
describir su ministerio en Col. 1:24-28:
“Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros y cumplo en mi carne
lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia. De
ella fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para
con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, el misterio
que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido
manifestado a sus santos. A ellos, Dios quiso dar a conocer las riquezas de la
gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros,
esperanza de gloria. Nosotros anunciamos a Cristo, amonestando a todo hombre y
enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en
Cristo Jesús a todo hombre”.
De manera que no podemos tener un doble estándar en la iglesia.
Si exigimos que la predicación tenga un buen contenido bíblico, ¿por qué
exigiremos algo distinto en nuestros cantos congregacionales, si tanto lo uno
como lo otro están supuestas a alcanzar el mismo objetivo?
El hecho de que la letra de un himno no sea herética, no
significa que puede ser usado en nuestros cultos de adoración. El problema de
algunos himnos no es que digan algo malo, es que prácticamente no dicen nada.
Repiten una misma idea una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, como una
especie de mantra evangélico. Pero eso no es lo que encontramos en el libro de
los salmos.
Como dice Terry Johnson: “Si las canciones que cantamos en la
adoración se parecen a los salmos, éstas desarrollarán un tema en muchas líneas
con un mínimo de repetición. Serán ricas en contenido teológico y experimental.
Nos dirán mucho acerca de Dios, del hombre, del pecado, de la salvación y de la
vida cristiana. [Y] Expresarán el amplio espectro de la experiencia y las
emociones humanas”.
Una de las cosas que alegan aquellos que están en contra de los
himnos tradicionales, es el hecho de que son muy largos y densos en contenido,
mientras que los coritos proveen pocas verdades que pueden fijarse mejor en
nuestra memoria y trabajar en el corazón, sobre todo tomando en cuenta el hecho
de que vivimos en una época en que las personas no están tan acostumbradas al
esfuerzo mental.
Pero, es interesante notar que en los tiempos del AT los
israelitas eran iletrados en un 95% y, sin embargo, todos los salmos poseen
suficiente material como para ser convertidos en himnos de cinco estrofas o
más, con la única excepción de los Salmos 117, 123, 131, 133 y 134; es decir,
que solo el 3% de los salmos son himnos breves.
La verdadera adoración demanda un esfuerzo mental; y esto no se
aplica únicamente a la predicación, sino también a la alabanza. Pablo dice en 1
Cor. 14:15 que nosotros debemos cantar con el espíritu, pero también con el
entendimiento, presuponiendo que en nuestros cantos debe haber algo que
entender.
Con eso no quiero decir que estoy en contra de los himnos
contemporáneos o de las composiciones breves, pero creo que debemos evaluar lo
que cantamos en la iglesia a la luz su contenido, no a la luz de su novedad o
brevedad. Los himnos no son mejores por ser antiguos, sino por ser vehículos
apropiados para que la Palabra de Cristo more en abundancia en nosotros .
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