viernes, 5 de septiembre de 2014

... Y A PEDRO ...


Por Watchman Nee

El evangelio de Marcos registra que, después de la resurrección del Señor, un ángel les dijo a algunas mujeres que les contasen a los discípulos del Señor y a Pedro lo que había sucedido. ¡Oh! “Y a Pedro”. Esto llena nuestros ojos de lágrimas. (Lectura bíblica: Marcos 16:7)
¿Por qué El no dijo: “Decid a los discípulos y a Juan?” (Juan era el discípulo amado del Señor). ¿Por qué no dijo:”Decid a mis discípulos y a Tomás?” Tomás dudaba de la resurrección del Señor).
El ángel no mencionó a los mejores discípulos, o a los más necesitados, sino que específicamente a Pedro. ¿Por qué? ¿Pedro tenia algo tan diferente de los demás? Pedro había cometido un gran pecado tres días antes de este acontecimiento, un pecado tan grande que impidió que El Señor pudiese confesarlo delante de los ángeles de Dios (Lc. 12:9).
Pedro no confesó al Señor delante de los hombres, ni siquiera delante de una humilde criada. Sin embargo El Señor quería que fuesen a decirles a sus discípulos y a pedro acerca de su resurrección. “Y a Pedro”. ¡Cuan profundo es el significado de estas palabras! Si algunos hermanos y hermanas tuviesen tales experiencias como las de Pedro pensarían: “¡Oh! ¡Yo soy Pedro! He caído. Lo que hice no es un pecado común. Temo que nunca podré acercarme al Señor. Sospecho que El Señor ya me abandonó y, de ahora en adelante, cada vez que El tenga una tarea importante, nunca más me la encargara a mí.
Nunca más seré capas de tener experiencias especiales como aquellas que tuve con el Señor en al monte de la transfiguración. No podré ser el compañero del Señor en el Getsemaní. Cuando confesé el deseo de morir por el Señor, El dijo: “Antes que haya cantado el gallo, me negaras tres veces.
En aquel instante, pensé que el Señor había entendido mal. Cuando él fue preso, le corte la oreja a un hombre con la espada, pensando que podía amar al Señor valientemente. ¡Quien hubiera pensado que incluso yo podía tropezar!
No tropecé delante de un sumo sacerdote, ni de alguien con gran autoridad, ni caí delante de Pilatos que tenía tanto poder. ¡Caí justamente delante de una pregunta hecha por una criada! Negué al Señor una vez, y otra vez; y finalmente comencé a maldecir y a jurar negando al Señor”.
“Una vez confesé que El era el Cristo y que era El hijo de Dios. Dije: “Tú tienes la vida eterna. ¿A quién iremos?” No obstante, justamente cuando vi al Señor listo para ser crucificado, caí. Cometí el pecado más grande: lo negué. Aunque haya llorado y me haya arrepentido, no sé como se sintió el Señor conmigo. Aquel día, cuando lo negué, habría sido mejor que El no lo supiera.
¡Sin embargo, exactamente cuando lo negué, El se volvió a mí y me miró; eso indica que El ya lo sabía! ¿Qué haré ahora? Nunca más me atreveré a ir a El. Aunque El me ame, no tendré la osadía de acercarme a El, pues hay un pecado que nos separa. Probablemente, nunca más podré acercarme a El.
“Pero el Señor resucitó. Aquellas mujeres me trajeron el mensaje que El, clara y específicamente, había mandado para mí. ¡Ho! ¡Aún habiendo negado al Señor por tres veces El no menciono a otro en particular; sino que a mí, y en forma especial, como si yo fuese el único de quién se acordaba. “¡Y a Pedro”! ¡Y a Pedro!” ¡Esta es, en verdad, la música más agradable del mundo, y la más maravillosa buena nueva! Si el Señor les hubiese pedido a las mujeres que solamente les hablasen a los discípulos, había pensado que alguien como yo no era digno de ser Su discípulo, y habría dejado de serlo.
No habría tenido la osadía de ir a verlo. Pero el Señor dijo: “Y a Pedro”. Eso me demostró que aún El me quería. A pesar de no tener fuerzas, “y a Pedro” me animó para ir a verlo. El mensaje traído por las mujeres era verdadero.
El Señor hizo que el ángel mencionara específicamente mi nombre. El no me había abandonado. Aún puedo acercarme a El. ¡He de levantarme para ir a verlo!”.
¡Oh! Este era un pedro que había caído, un Pedro que había pecado y un Pedro que había negado al Señor. Sin embargo, el Señor lo había mencionado específicamente. ¡Este es el Evangelio! Hermano:
¿Usted sabía que una vez que es el Señor lo salvó, usted es salvo para siempre? 1 Juan 5:13- San Juan 5:24-; 6:47-; 10:27-29-; Romanos 10:38, 39; Efesios 1:7; etc.…
Aunque usted esté desanimado, el Señor jamás estará desanimado. A pesar que usted peque y esté perturbado es volverse a el, a Su lado, no hay ni siquiera una razón para no volver. ¿Por qué usted insiste en recordar su falla, siendo que el Señor ya no se importa con ella? El Señor sacará el velo de su rostro hoy, así usted no tendrá más miedo de El, ni vacilará en acercarse a El.
Seguramente Pedro aún se acordaba que cierta vez le había dicho al Señor: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (Mt. 26:33).
Puede ser que también recordase que, junto al lago de Genesaret, cuando vio la gloria del Señor, dijera: “…Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lc. 5:8). Ahora, sin embargo, conocía su condición y ¿cómo se atrevería ir al Señor? Era posible que él aún recordara del pedido del señor:
“¿Así que no habéis podido velar con migo una hora?” Posiblemente permanecía en sus oídos el mandamiento de Señor: “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mt. 26:40_41). De cualquier modo, su condición estaba lejos de la exigencia del Señor.
¿Cómo podría atreverse ir a ver al Señor? Sin embargo, él fue a ver al Señor. Por esa palabra “y a Pedro” él tuvo la osadía de ir a verlo.
Hermano, si usted conociese la intención de la palabra “y a Pedro”, ¿Podría permanecer lejos y no volverse al Señor? Si conociese el significado profundo da la palabra “y a Pedro”, no restaría otra cosa a hacer, sino acercarse al Señor.
¿Qué libro entre los cuatro evangelios registra este evento de tal forma? Solamente el evangelio de Marcos.
Marcos era un joven que siguió a Pedro y aprendió mucho de él. Podemos decir que el evangelio de Marcos fue dictado por pedro y escrito por Marcos.
La frase: “Decid a los discípulos, y a Pedro”, fue especialmente registrada por Pedro. Esta palabra puede ser que no haya sido importante para los demás, pero sí, fue muy importante en el corazón de Pedro.
Cuando el Espíritu Santo escribió la Biblia, especialmente nos mostró que las pocas palabras que parecían ser insignificante para Mateo, Lucas y Juan, eran inolvidables e importantes para Pedro, que narró el evangelio de Marcos.
“Y a Pedro” tenía un significado especial para él. En todo tiempo el recuerdo de estas palabras era dulce. La palabra de gracias es especialmente memorable para aquel que recibió la gracia.
Hermanos y hermanas, cuando recordamos al Señor Al partir el pan, ¿Hay alguien que cuyo corazón aún está con miedo de Dios? ¿O hay algún pecado que lo separa de Dios? Ya lloramos amargamente, nos arrepentimos y confesamos aquello que hicimos que no era digno del Señor.
Ahora ¿osamos decirle al Señor: “Señor me acerco a ti”? Solo considere: Por amor a usted El voluntariamente fue a la cruz; ahora ¿El dejará de amarlo sólo porque usted falló, tropezó y cayó? Su amor, con aquel que lo amó en la cruz, ¿Disminuyó? Para usted, hoy, es fácil no amarlo, no acercarse a El, ni volverse a El; pero, ¿será que para El es posible no amarlo, olvidarlo y abandonarlo? Pedro estaba cayado porque había tropezado, pero el Señor no se olvidó de él. Así, si usted no tiene fuerzas para ir delante de Señor, sólo tenga el deseo de creer en Su Palabra. El podrá darle fuerzas para ir hasta El. Si usted tropieza, El puede levantarlo. Aunque parezca que nunca más podrá acercarse al Señor nuevamente, si usted pide en la fe, y se recuerda la palabra”y a Pedro”, usted será capaz de acercarse a El. Cuando queremos acercarnos al Señor, aunque haya una gran distancia y sintamos que no tenemos fuerzas para ir hasta El, debemos recordar de la palabra “y a Pedro”.
Era de Pedro, quien había tropezado, que el Señor se recordaba más. A pesar de que Pedro no tuvo la osadía de ir hasta el Señor, Su corazón lo atrajo para sí, Haciendo que no se escondiese del Señor, No entendamos mal el corazón del Señor. Usted puede oír una voz diciendo: “Y a Pedro”.
Sepa que el Señor no lo abandonó. El Señor no abandonó a Pedro, y el Señor tampoco lo ha abandonado a usted. “Y a pedro” también significa “Y a usted”. Usted que falló como Pedro.
Que todos nosotros veamos que tipo de corazón tiene el Señor para con nosotros. ¡Si usted viese el corazón del Señor, no haría nada sino correr hacia El!

domingo, 13 de julio de 2014

Salmos, Himnos y Canticos Espirituales



SALMOS, HIMNOS Y CANTICOS ESPIRITUALES

¿A qué se refieren Ef. 5:18-19 y Col. 3:16?
Conocí al pastor Sugel Michelén, autor de estos artículos, en Noviembre de 2009, en la ciudad de Antigua, Guatemala. Él fue conferencista de la Academia de Liderazgo Educativo que ACSI celebró ese año y de la cual asistí como participante. Durante los días que se celebró el evento tuvimos oportunidad de conversar sobre música y composición, y allí me compartió parte de la información que usted encontrará en estas entradas. A mi modo de ver una de las mejores enseñanzas que he encontrado relacionadas a qué significan exactamente las palabras: Salmos, himnos y cánticos espirituales, que el apóstol Pablo menciona en sus cartas a Éfeso y Colosas. Si las estudia le aseguro que su Aventura de Componer se verá enriquecida.
¿A qué se refiere Pablo en Efesios 5:18-19 y Colosenses 3:16 al hablar de “Salmos, himnos y cánticos espirituales”?
Varias respuestas se han dado a esta pregunta al tratar de identificar el significado distintivo de cada uno de esos términos; pero lamentablemente algunos han exportado hacia la Biblia definiciones modernas que oscurecen su significado en vez de aclararlos.
Una de las reglas que debemos aplicar en nuestro estudio de la Biblia, es que la Biblia se interpreta a sí misma. Veamos, entonces, cuál es el uso que la Biblia da a estos términos.
La palabra “salmos” significa simplemente “canción de alabanza” y aparece 87 veces en la Septuaginta, la versión griega del AT que tanto Cristo como los apóstoles usaron. De esas 87 veces, 78 se encuentran en el libro de los Salmos; y de esas 78, 67 veces aparecen en los títulos de los Salmos.
En el NT, esta palabra aparece 7 veces, 3 de ellas citando directamente el libro de los Salmos. Así que, de las 87 veces que esta palabra aparece en la Septuaginta, y de las 7 que aparece en el NT, por lo menos unas 70 veces se usa en referencia directa a los salmos inspirados del salterio.
En los otros pasajes en que esta palabra es usada, la mayoría de las veces aparece en textos donde se nos exhorta cantar salmos o donde alguien expresa su determinación de cantarlos. Así que no cabe ninguna duda de que esta palabra se refiere primariamente, aunque no únicamente, a los salmos inspirados que encontramos en las Sagradas Escrituras.
La palabra “himnos” ocurre 17 veces en la Septuaginta, 13 de ellas en el libro de los Salmos; y de esas 13 apariciones, 6 son incluidas como parte del título de algunos salmos. En el NT la palabra aparece sólo dos veces, en Ef. 5:19 y Col. 3:16.
Es interesante notar que esta palabra se usa en varias ocasiones en la Septuaginta para traducir la palabra hebrea tehillah que es la que usaban los hebreos para designar el libro de los Salmos.
La tercera palabra que Pablo usa en Ef. 5 y Col. 3 es “cánticos”, la cual es usada 80 veces en la Septuaginta, 45 de ellas en los salmos; y de esas 45, 36 veces en los títulos de algunos salmos. Mientras que en el NT, esta palabra aparece en los dos pasajes de Efesios y Colosenses, así como 4 veces más en el libro de Apocalipsis.
De manera que los tres términos que Pablo usa en Ef. 5:19 y Col. 3:16 – “salmos, himnos y cánticos espirituales” – se usan en la Septuaginta para designar las composiciones inspiradas del salterio. Algunas de esas composiciones son señaladas como “salmos”, otras como “himnos” y otras como “cánticos”.
Y aún tenemos el caso de que algunos de los salmos parecen encajar en más de una categoría a la vez, ya que algunos son designados en sus títulos como salmos y como cánticos al mismo tiempo. Es por eso que no me siento preparado para definir con precisión el significado de estas tres palabras y cómo se distinguen entre sí.
De lo que no tenemos ninguna duda es que estos términos que aparecen en Ef. 5 y Col. 3 son usados en las Escrituras para designar las composiciones poéticas que encontramos en el libro de los salmos.
Es por eso que algunos creyentes se limitan exclusivamente a cantar salmos en sus cultos de adoración. Ellos entienden que la iglesia no tiene ninguna garantía bíblica para cantar otra cosa en sus cultos, excepto los salmos inspirados por el Espíritu de Dios.
Sin embargo, aunque es indudable que siempre será mucho más edificante cantar solamente salmos, que entonar muchas de las canciones que hoy se canta en algunas iglesias, nuestra convicción es que la iglesia de Cristo no tiene que limitarse a cantar únicamente los salmos del salterio, y eso por varias razones.

Más allá de los Salmos.
Cuando descubrimos que los Salmos, himnos y cánticos espirituales de los que Pablo habló en Efesios y Colosenses se refieren a los distintos tipos de canciones que están dentro del libro de los Salmos, entendemos que Dios nos llama a ser más bíblicos en nuestra forma de componer. Algunos creyentes, basado en lo anterior, justifican el uso exclusivo de los Salmos dentro de la adoración congregacional. Sin embargo, como el pastor Michelén aclara a continuación, el hecho de que estas categorías se encuentren dentro del libro de los Salmos no significa que no podamos escribir o entonar canciones que estén fuera de los Salmos.
… Aunque es indudable que siempre será mucho más edificante cantar solamente salmos, que entonar muchas de las canciones que hoy se canta en algunas iglesias, nuestra convicción es que la iglesia de Cristo no tiene que limitarse a cantar únicamente los salmos del salterio, y eso por varias razones.
Por un lado, la Biblia misma no parece limitar las alabanzas de ese modo. En el AT encontramos algunas canciones de alabanza que son anteriores a los salmos y que no fueron incorporadas luego en el libro de los salmos (como Ex. 15; Deut. 32; Jue. 5).
Y cuando llegamos al NT, encontramos algunos textos poéticos que muchos estudiosos de las Escrituras entienden que son fragmentos de himnos nuevo testamentarios, como es el caso de Jn. 1:1-5; Fil. 2:5-11; Col. 1:15-20, etc.
Pero aún si alguien argumentara que no podemos decir con seguridad que esos pasajes sean fragmentos de himnos que se cantaban en la iglesia primitiva, en el libro de Apocalipsis encontramos al pueblo de Dios ya glorificado en los cielos, cantando himnos de alabanza que no se encuentran en los salmos, como vemos en Ap. 5:9ss, o en Ap. 15:3-4.
Por otra parte, a través de la historia de la redención, vemos que la alabanza a Dios no ha sido estática, sino que ha progresado juntamente con el progreso de la revelación. Cuando Dios libró al pueblo de Israel del ejército de Faraón a través del paso del mar rojo, ellos lo celebraron cantando un cántico alusivo a ese hecho (Ex. 15).
Lo mismo vemos en Nm. 21:17, cuando Dios les dio agua en el desierto; o en Jue. 5, cuando fueron librados de Jabín, rey de Canaán, en tiempos de Débora y Barac; o en el Magnificat de María, en Lc. 1:46. En cada nueva etapa, surge un nuevo canto.
¿No deberíamos nosotros reconocer en nuestras alabanzas el progreso de la revelación divina y la etapa de la historia de la redención en que nos encontramos? ¿No deberían aludir nuestros cantos a esa gran obra de salvación que Dios llevó a cabo a través de la encarnación, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo?
Algunos dirán que los salmos testifican del Mesías, y es verdad; eso lo vemos claramente en el NT. Sin embargo, esos salmos se encuentran todavía en ese período de sombra que anticipaba lo que habría de venir, pero que todavía no había llegado. De hecho, si nos limitáramos a cantar los salmos del salterio nunca mencionaríamos el nombre de Jesús en nuestras alabanzas.
Como bien ha dicho alguien: “La consumación de la redención en Cristo requiere todo un nuevo lenguaje de alabanza: acerca de Jesús el Dios-Hombre, Su expiación definitiva, Su resurrección por nuestra justificación, y nuestra unión con El por la fe como el nuevo pueblo de Dios” (Frame; Worship in Spirit and in Truth; pg. 126).
Nosotros somos creyentes del nuevo pacto; tenemos en nuestras manos una revelación completa y somos los beneficiarios de una obra de redención que ya fue consumada una vez y para siempre en la cruz del calvario.
Si a través de nuestros cantos hemos de instruirnos unos a otros en toda sabiduría, de modo que la palabra de Cristo more en abundancia en nosotros, de ninguna manera deberíamos obviar en nuestros himnos de alabanza esa realidad de la que ahora somos partícipes.
Es interesante notar que los que abogan por el uso exclusivo del salterio en sus cultos, se ven obligados a adaptar las letras de los salmos, tanto en su rima como en su métrica, de modo que podamos cantarlos en nuestro propio idioma.
Y no es que tengamos algún problema con este tipo de adaptación. Todo lo contrario. Damos muchas gracias al Señor por el trabajo de tantos hombres y mujeres capaces que han hecho posible que hoy podamos cantar algunos de los salmos en nuestro idioma, con una rima y una métrica apropiada.
Pero no podemos perder de perspectiva que lo que estamos cantando ya no son los Salmos tal como fueron inspirados, sino una traducción y adaptación del contenido de los salmos. Ahora, yo me pregunto, ¿cuál es el problema, entonces, si adaptamos el contenido de otros pasajes de las Escrituras?
Por otra parte, ya hemos visto que el canto en la iglesia es un medio de instrucción, como lo es la predicación. A través de la predicación nosotros usamos nuestras propias palabras para proclamar y enseñar las doctrinas de la Biblia. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo con nuestros cantos?
Lo que hace un buen compositor de himnos no es más que plasmar poéticamente, y en sus propias palabras, el mensaje de las Escrituras. ¿Por qué eso es lícito para el predicador y no para el compositor?
El punto, entonces, no es que cantemos exclusivamente la letra de los salmos; pero, a la luz de las palabras que Pablo usa en Ef. 5:19 y en Col. 3:16, es indudable que hay una estrecha relación entre los himnos que debemos cantar en la iglesia y los salmos que el Espíritu Santo inspiró.
Debemos cantar los salmos, eso es un mandato bíblico; pero debemos procurar también que nuestros himnos reflejen, en la mayor medida posible, ese modelo bíblico. El mismo Espíritu que nos mueve a cantar, es el mismo que inspiró los Salmos de la Biblia.
En la medida en que sigamos ese modelo divino, en esa misma medida estaremos caminando sobre un terreno seguro si queremos realmente glorificar a Dios y edificarnos unos a otros.
Como dice Peter Master, el actual pastor del Tabernáculo Metropolitano, la iglesia que Spurgeon pastoreó por unos 37 años, el primer estándar de un himno que sea digno de ese nombre es “que refleje el ejemplo y la metodología de los salmos”.
Y Terry Jonson comenta al respecto: “¿Qué es lo que hace que una canción de adoración cristiana luzca como tal? Respuesta: Que se parezca a un salmo”. Y más adelante añade: “Los salmos proveen el modelo para la himnodia cristiana” (Give Praise to God; pg. 68).
Ahora bien, si los salmos deben ser nuestro modelo, ¿cómo deberían ser nuestros himnos? Espero contestar esta pregunta en los siguientes artículos, si el Señor así lo permite (1).

¿Himnos o coritos? He ahí el dilema.
Continuando con esta breve serie prestada del blog: Todo pensamiento cautivo, del pastor dominicano Sugel Michelén, ahora llegamos a una parte muy pero muy interesante. Él, como pastor de una iglesia reformada, nos exhorta a tomar ejemplo de los Salmos y de los grandes himnos del pasado para que nuestras canciones sean tanto bellas poéticamente como profundas bíblica y teologógicamente hablando. Además, nos brinda una crítica relacionada al “repetitivismo coral” de nuestras canciones contemporáneas  y nos anima a ser más creativos melódicamente hablando.
¿Himnos o coritos? He ahí el dilema
En la entrada anterior vimos que los Salmos inspirados deben ser el modelo que sirva de patrón a los himnos que cantamos en la iglesia. A la luz de esa realidad, ¿cómo deberían ser los himnos que entonamos en nuestros cultos? Eso es lo que pretendo responder en las próximas entradas. Y la primera característica que debemos señalar es que nuestros himnos deben ser ricos en contenido bíblico.
Pablo dice en Col. 3:16 que la Palabra de Cristo debe morar abundantemente en nosotros, enseñándonos y exhortándonos unos a otros “en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor, con salmos, himnos y cánticos espirituales”.
La palabra que RV traduce como “abundancia”, significa “ricamente”. Dios quiere que Sus hijos atesoren un abundante arsenal de Su Palabra.
Como dice un comentarista, no se trata únicamente de que los santos se rindan a la Palabra, “sino que deben tener un buen conocimiento de ella. El Espíritu Santo usa la Palabra de Dios que conocemos para hablarnos y guiar nuestras vidas. El solo puede hablarnos eficientemente en la medida en que conocemos Su Palabra. Ese es el lenguaje que El usa” (West).
Y uno de los medios que Dios quiere que usemos para cumplir ese cometido, dice Pablo en el de Colosenses, son nuestros cantos congregacionales.
Es interesante notar que Pablo usa estas mismas palabras para describir su ministerio en Col. 1:24-28:
“Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia. De ella fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos. A ellos, Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, esperanza de gloria. Nosotros anunciamos a Cristo, amonestando a todo hombre y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”.
De manera que no podemos tener un doble estándar en la iglesia. Si exigimos que la predicación tenga un buen contenido bíblico, ¿por qué exigiremos algo distinto en nuestros cantos congregacionales, si tanto lo uno como lo otro están supuestas a alcanzar el mismo objetivo?
El hecho de que la letra de un himno no sea herética, no significa que puede ser usado en nuestros cultos de adoración. El problema de algunos himnos no es que digan algo malo, es que prácticamente no dicen nada. Repiten una misma idea una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, como una especie de mantra evangélico. Pero eso no es lo que encontramos en el libro de los salmos.
Como dice Terry Johnson: “Si las canciones que cantamos en la adoración se parecen a los salmos, éstas desarrollarán un tema en muchas líneas con un mínimo de repetición. Serán ricas en contenido teológico y experimental. Nos dirán mucho acerca de Dios, del hombre, del pecado, de la salvación y de la vida cristiana. [Y] Expresarán el amplio espectro de la experiencia y las emociones humanas”.
Una de las cosas que alegan aquellos que están en contra de los himnos tradicionales, es el hecho de que son muy largos y densos en contenido, mientras que los coritos proveen pocas verdades que pueden fijarse mejor en nuestra memoria y trabajar en el corazón, sobre todo tomando en cuenta el hecho de que vivimos en una época en que las personas no están tan acostumbradas al esfuerzo mental.
Pero, es interesante notar que en los tiempos del AT los israelitas eran iletrados en un 95% y, sin embargo, todos los salmos poseen suficiente material como para ser convertidos en himnos de cinco estrofas o más, con la única excepción de los Salmos 117, 123, 131, 133 y 134; es decir, que solo el 3% de los salmos son himnos breves.
La verdadera adoración demanda un esfuerzo mental; y esto no se aplica únicamente a la predicación, sino también a la alabanza. Pablo dice en 1 Cor. 14:15 que nosotros debemos cantar con el espíritu, pero también con el entendimiento, presuponiendo que en nuestros cantos debe haber algo que entender.
Con eso no quiero decir que estoy en contra de los himnos contemporáneos o de las composiciones breves, pero creo que debemos evaluar lo que cantamos en la iglesia a la luz su contenido, no a la luz de su novedad o brevedad. Los himnos no son mejores por ser antiguos, sino por ser vehículos apropiados para que la Palabra de Cristo more en abundancia en nosotros .


jueves, 26 de junio de 2014

Una Fe moderna y añeja a la vez

Viajando por una carretera al norte del estado de Nueva York, vi el anuncio de una tienda de antigüedades que apropiadamente se llamaba «Fin de la jornada» porque para llegar a ella, literalmente había que llegar hasta donde se acababa el camino . Al llegar me di cuenta que estaba cerrada. Era el mes de enero y el frío calaba hasta los huesos. Me bajé del auto y vi a una pareja de ancianos salir de la casa que estaba junto al negocio. Eran los dueños, pero en el invierno solo abrían cuando veían a clientes aproximarse. Me preguntaron qué era lo que buscaba, y les dije que nada en particular, pero que me llamaban mucho la atención las cosas antiguas. Abrieron la puerta del establecimiento y el olor adentro no me decepcionó; era una mezcla de olor a madera vieja, aceite y humedad, ese tipo de olores que encuentras en la casa de los abuelos o en bibliotecas y edificios antiguos.
Recorrí la tienda viendo un poco de todo, mientras la pareja de ancianos de ascendencia italiana respondía
a mis preguntas. Había relojes ferroviarios, de esos que se hacían a mano y con una precisión impresionante. También relojes de pared, muebles, cuadros, figuras de cerámica y muchas cosas más.
Las preguntas que comencé a hacer a la pareja, dieron paso a una conversación muy interesante. Me contaron de sus hijos, y de los años que vivieron en la ciudad de Nueva York, y de cómo se vieron interesados en coleccionar cosas antiguas.
En la conversación, el anciano dijo algo con lo que me pude identificar:
«Cuando nos casamos, mis padres ofrecieron regalarnos algunos de los muebles que ellos tenían, porque la casa ya se había vuelto muy grande para ellos».
Continuó diciendo: «Como todo joven, yo quería llenar mi casa de muebles nuevos y modernos. Así que rechacé la oferta de mis padres ». Con un aire de lamento dijo: «Ahora busco el tipo de muebles que mis padres tenían porque los coleccionistas pagan mucho dinero por ellos», después agregó: «Sin darme cuenta, rechacé un tesoro».
Algo resonó dentro de mí al escucharlo decir eso y pensé en mi fe. Nuestra fe.
Somos parte de una generación que se ufana de practicar una fe urbana, moderna y sofisticada, pero el peligro de practicar una fe moderna es que podemos perder la conexión tan necesaria con el pasado. Una fe cristiana moderna es un
oxímoron.
Nuestra fe tiene su origen en la historia de Abraham, Isaac y Jacob, en la vida y muerte de Jesús, los apóstoles, los padres de la iglesia, en monjes y líderes que a través de los siglos edificaron sobre los cimientos de esta fe antigua.
Como el hijo pródigo, hemos disfrutado la herencia espiritual que nuestros antepasados nos dejaron, pero estamos a punto de agotarla. Hemos menospreciado ese legado y lo hemos remplazado por una fe moderna y sin raíces, un credo sin conexión con el pasado.
Si la herencia se acaba, corremos el peligro de quedar a la deriva, y por eso también necesitamos regresar a casa, a las raíces de nuestra fe, y recobrar el pasado.
El conectar nuestra fe con el pasado nos llevará a sentir la historia, y entender el peso y significado de la iglesia a través de los siglos. Tener este tipo de conexión con el pasado no significa que te harás anticuado. Conozco ancianos que son relevantes y modernos, y no importa qué lleven puesto, sabes que son ancianos. Como iglesia siempre estaremos buscando aplicaciones dinámicas y actuales para nuestra fe, pero al mantener nuestra conexión con el pasado, la esencia de nuestra fe continuará sin cambiar. Aunque la expresión de nuestra fe cambie, su esencia no cambiará.
En un sentido, la fe moderna es como la internet, etérea, espacial e invisible. Hay toda una generación que no conoce las cartas escritas a mano, los libros que se pueden palpar y oler. Toda la información está en el espacio, y a veces me pregunto qué pasaría con toda esa información si llegáramos a perder la comunicación con ese mundo etéreo que es la internet. Nos quedaríamos a la deriva, perdidos, sin algo de qué agarrarnos.
Es importante que nuestra fe se siga conectando al simbolismo, pero somos una generación de creyentes que ha acribillado el simbolismo. Al paso que vamos, las próximas generaciones de creyentes no conocerán la cruz, porque muchos la han rechazado como símbolo, nos deshicimos del agua de la bañera con el bebé adentro.
En Latinoamérica por ejemplo, se conoce muy poco a la iglesia ortodoxa. Para quienes no saben, hay tres ramas de la iglesia cristiana; la católica, la evangélica y la ortodoxa. La ortodoxa es la más antigua de todas . Sus orígenes datan de los primeros apóstoles. Se encuentra mayormente en el Medio Oriente y partes de Europa. Turquía tiene algunas de las iglesias más antiguas del cristianismo.

Extraido del libro "Besando mis rodillas" de Jesus Adrian Romero

miércoles, 9 de abril de 2014

Renovando la íntima amistad

Escrita por Matt Redman

En el liderazgo de adoración, no se trata tanto de qué sabemos,
sino de a quién conocemos. Hace poco algo me hizo recordar
esto. Después de un par de meses muy ocupados, me encontré
una vez más victima del síndrome Marta: demasiado ocupado con
los preparativos y sirviendo, con lo cual abandonaba lo importante:
sentarme a los pies de Jesús y escuchar con devoción como lo hacía
María (Lucas 10:38-42).
No me malentienda. Todavía sé elevar los brazos y puedo
recordar las palabras y las melodías. Pero estas expresiones de
adoración casi podían convertirse en hábitos vacíos. Así que no es
tanto qué sabemos, la experiencia o los conocimientos que
hayamos adquirido no significan nada en ese momento, sino a
quién conocemos. Quiero que cada palabra y cada nota sean una
expresión de nuestra relación con Dios.
La adoración en su forma más genuina tiene que ver con la
relación. En el Catecismo de Westminster, el fin principal de la
existencia del ser humano se define como: “Glorificar a Dios y
disfrutar de Él para siempre”.
Primero, glorificar. En otras palabras, responder a este
maravilloso Dios con nuestras vidas, hechos, pensamientos,
palabras y canciones. Y, al mismo tiempo, disfrutar de Él. Como
nos lo recuerda John Piper, Dios se glorifica en nosotros cuando
más satisfechos estamos en Él.
El Señor nos llama a una relación íntima con Él. Sería un honor
mirar tan solo al Rey de reyes desde lejos. Sin embargo, Él nos
llama a algo más profundo: una amistad con Él. Este es el Rey de
Apocalipsis capítulo 1, que majestuosamente sostiene las siete
estrellas en su mano derecha. Sin embargo, es el mismo Rey que en
el siguiente versículo se acerca a Juan, el escritor, y lo toca con la
misma mano derecha, lo consuela y le dice: “No tengas miedo”.
Cuando más honramos a Jesús como Rey, tanto mejor vemos la
maravilla de la mano de amistad que Él nos extiende.
De vez en cuando estamos en un lugar desde donde no vemos
claramente. Quizá haya habido demasiada salida, y poca entrada.
Quizá hemos estado tan ocupados que no nos hayamos alimentado
bien, en términos espirituales. He conocido a muchos músicos que
han estado en ese lugar, y me incluyo. Dios nos llama a regresar al
lugar de la amistad.
En Juan 15:15 Jesús les dice a sus discípulos: “Ya no los llamo
siervos (...) los llamo amigos”. Ahora, claro que todos somos
llamados a servir a Dios, pero Él nos llama a ir más allá, al lugar de
la amistad; un lugar donde un sirviente no puede llegar. Asegúrese,
como líder, que no se conforma con el lugar de siervo, cuando Dios
le extiende su mano todopoderosa en amistad.
Es tiempo de renovar la amistad íntima con Dios. Hágalo, y lo
antes posible. Porque en el liderazgo de adoración, no importa
tanto lo que sepamos, sino a quién conozcamos.